El Palacio Nacional de la Peña (en portugués Palácio
Nacional da Pena) fue una de las principales residencias de la familia real portuguesa durante
el siglo XIX y
a la vez constituye una de las máximas expresiones del estilo romántico del siglo XIX en Portugal. Se
encuentra en la freguesia de São Pedro de Penaferrim en
la ciudad de Sintra. El palacio fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por
la Unesco en 1995.
Fue el
príncipe Fernando II de Portugal,
esposo de la reina María II
de Portugal, quien ordenó la construcción
del palacio de la Peña en 1836. El príncipe, católico de
origen alemán, se enamoró de la zona de Sintra en
una excursión que realizó junto a su esposa. En esta excursión, la pareja real
pudo contemplar las ruinas de un antiguo monasterio devastado a raíz del
terremoto de 1755. El monasterio había sido
de los frailes jerónimos y
fue construido, originariamente, por el rey Juan II y
transformado, de forma substancial, por el rey Manuel I que,
cumpliendo una promesa, ordenó la reconstrucción del monasterio en honor
de Nossa Senhora da Pena, la Madre de Dios de la Peña (Palácio
da Pena quiere decir precisamente «palacio de la Peña», en referencia
a su situación sobre un cerro escarpado), y lo donó a la orden de San Jerónimo.
Con el
terremoto de 1755, la capital portuguesa y toda el
área que la rodea quedó muy malograda. Dentro de esta área se encontraba la
zona de Sintra y el mencionado
monasterio. Estas ruinas únicamente conservaban intacta la capilla con un
magnífico retablo de alabastro atribuido a Nicolás
Chanterenne. Fernando de Sajonia (Fernando
II) adquirió el monasterio en 1838 y, junto con este, la
enorme propiedad de la montaña de Sintra, dentro de la cual se encontraban
diversas villas o el llamado Castillo de los Moros (Castelo
dos Mouros).
La
reconstrucción fue lenta y costosa, pero finalmente se convirtió en un recinto
exuberante en el cual se pueden contemplar diferentes estilos que van desde el
neogótico hasta al neo islámico, pasando por el neo renacimiento y una visión
pseudomanuelina que convierten el espacio en un ambiente claramente exótico.
Además, en las vertientes de la montaña se construyó un magnífico parque
inglés que, junto con el palacio,
se convirtió en un icono de la arquitectura portuguesa.
Pronto
se adaptó el palacio como residencia de verano de la familia real. Numerosas
colecciones reales se trasladaron al palacio y a la vez se crearon ricos
ornamentos, que fueron desde los célebres estucados hasta las paredes pintadas
al óleo. Por todo esto, la Unesco declaró Sintra como Patrimonio de la Humanidad.
Este
palacio asentado sobre grandes peñascos, presenta una mezcla de estilos
arquitectónicos totalmente intencionada. Se pueden encontrar elementos que pertenecen
al neo-gótico, neo-manuelino, neo-islámico, neo-renacentista y
en menor medida a la arquitectura
colonial. El motivo de esto es que la
mentalidad romántica del siglo XIX está
enormemente fascinada por todo lo exótico.
Estructuralmente
el Palacio de de la Peña se divide en cuatro áreas principales:
·
Los cimientos y murallas
exteriores (que servirán para consolidar la implantación de la construcción),
con dos puertas, una de las cuales está provista de puente levadizo.
·
El edificio correspondiente al
convento, íntegramente restaurado. Se encuentra en el punto más alto de la
colina y ha sido rodeado de almenas y dotado de la Torre del Reloj.
·
El patio de los arcos frente a
la capilla, con sus paredes de arcos
moriscos.
·
La zona palaciega propiamente
dicha con su baluarte cilíndrico
de gran porte, estando su interior decorado en estilo catedralicio, según la
moda de la época. El mobiliario y la ornamentación presentes en su interior,
dan gran muestra de ello.
Interior del palacio |
Interior del palacio |
Interior del palacio |
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